Cuando yo era muchacho, uno de mis pasatiempos favoritos era perseguir ranas junto a los bancos de una laguna que había cerca de mi casa. Yo no sabía de sus singulares poderes visuales, los cuales les permitirían eludirme muy fácilmente. Más tarde me enteré de que el campo óptico de la rana es como una pizarra limpia, y que las únicas imágenes que recibe son objetos que le preocupan directamente.

Estos pequeños anfibios nunca se distraen con cosas que no son importantes, sino que son conscientes sólo de las cosas esenciales y de lo que pueda ser peligroso para ellos.
En la vida cristiana, a menudo nos inquietamos con cosas vanas del mundo. Dejamos que nuestra vida se llene tanto de preocupaciones materialistas e insignificantes que perdemos la perspectiva de las cosas que duran.

Las palabras del Señor no deben apartarse de nuestros ojos, sino que deben mantenerse siempre en nuestro corazón. Entonces nuestro campo de visión quedará limpio de cosas innecesarias, y veremos claramente lo que Dios quiere que hagamos.

Aprendamos de la pizarra de la rana y centremos la mirada en Cristo y en su voluntad para nuestras vidas. -MRD II
Tomado de: Nuestro Pan Diario 2005
Proverbios 4: 20-21
Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones.
No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón.
Salmo 119: 37
Aparta mis ojos de mirar la vanidad, y vivifícame en tus caminos.

Que Dios te bendiga!


Paty Montero.
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Una vez, un joven estudió violín con un maestro de renombre mundial. Trabajó arduo durante varios años para perfeccionar su talento y al fin llegó el día cuando se le pidió que diera su primer importante recital en público, en la gran ciudad donde vivían ambos, él y su maestro.

Luego de cada selección que él presentaba con gran habilidad y pasión, el violinista parecía receloso ante los grandes aplausos que recibía, aún sabiendo que aquellos en la audiencia eran astutos en la música y no dados a aplaudir presentación alguna que no fuera de calidad superior. El joven actuaba como si no pudiera escuchar el aprecio que era derramado sobre él.

En el cierre del último número, los aplausos fueron estruendosos y se escucharon numerosos Bravos. No obstante, el talentoso joven violinista tenía sus ojos fijos en un solo lugar. Al fin, cuando un anciano en la primera fila del balcón sonrió y asintió con su cabeza en señal de aprobación, el joven se calmó y brilló con alivio y gozo.

¡Su maestro había alabado su trabajo! Los aplausos de miles no significaron nada hasta que él ganó la aprobación del maestro.

¿A quién intentas agradar hoy? Nunca podrás agradar a todos, pero sí a Aquel que es más importante, tu Padre Dios. Mantén tus ojos en él y no fracasarás.

Perdonar quiere decir ceder tu derecho de castigar a otra persona.

Gálatas 1:10
¿Busco ahora el favor de los hombres o el de Dios?

Que Dios te bendiga!


Paty Montero.
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