La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan. – Esdras 8:22.

Una niña de seis años hizo un dibujo para su papá y se lo mostró con el rostro radiante. En la parte superior de la hoja estaba pintada una persona y en la parte inferior había otra; ambas estaban unidas por largas líneas.


El padre miró pensativo el dibujo, pero no lo entendió. La decepción de la pequeña fue notoria, pero pacientemente explicó a su padre: –Papá, arriba está nuestro amado Dios y abajo estoy yo.


–¿Y las largas líneas?, preguntó el padre. –Son los brazos de Dios, respondió la niña. –Pero los brazos son demasiado largos; no corresponden al tamaño del cuerpo, dijo el papá. La niña miró a su progenitor inquisitivamente y dijo: –¿No llegan los brazos de Dios hasta mí?

Ésta es la pregunta. ¿Existen esas manos que se extienden hacia mí? En Isaías 59:1 leemos: “He aquí que no se ha acortado la mano del Señor para salvar”. Dios, el único y todopoderoso Dios, no se ha retirado de este mundo ni me ha entregado a un ciego destino.

Mediante su Hijo Jesucristo, quien fue hecho hombre para vivir y morir aquí por seres pecadores, Dios extendió sus manos hacia nosotros. Debemos preguntarnos: –¿Queremos confiar en ellas?


El Señor Jesús quiere otorgar al lector perdón, paz y seguridad. Sus manos son bastante fuertes para sostenerle en las crisis de la vida. ¿No quiere confiar en él con fe?

Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz… Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:27-29).



DIOS LES BENDIGA!


Sindy Cándido.

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Stephen, un niño africano que fue abandonado por su madre y maltratado por sus familiares, se crió en la calle. Después de un fallido intento de suicidio ingresó en una organización terrorista.
Se le enseñó a odiar, a manejar las armas, y se le confió la misión de sembrar el terror en la población civil. La ocasión se le presentó cuando una misión cristiana organizó unas reuniones. El propósito de Stephen era lanzar algunas granadas al público.
Para ello se mezcló entre la gente. El predicador habló con convicción sobre el tema del pecado, señalando con el dedo al auditorio. Atónito, Stephen creyó que se refería a él. ¿Cómo conocía su vida? Luego el predicador habló de la gracia de Dios, de su poder para transformar la vida.

Stephen estaba tan impactado que olvidó su misión de sembrar el pánico. Se acercó al predicador y le contó su vida. Éste le leyó una promesa de la Biblia: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recogerá” (Salmo 27:10). Stephen comprendió que el amor de Dios podía cambiar su vida.

«Por primera vez en mi vida me arrodillé para acercarme a Dios –dijo él. Por fin había comprendido que Dios me amaba y me esperaba... Clamé: ¡Dios, no sé nada ni soy nadie…! Mis padres no quieren saber nada de mí. Tómame… Me arrepiento del mal que hice. Jesús, perdóname... Inmediatamente tuve la impresión de ser librado de un gran peso. El alivio que me aportaba la paz inundó mi alma.

(Dios dice:) ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz…? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.
Isaías 49:15


Yo buscaré la (oveja) pérdida, y haré volver al redil la descarriada.
Ezequiel 34:16

Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
1 Timoteo 1:15

Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero.
1 Pedro 2:24

DIOS LES BENDIGA!

Sindy Cándido.
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