La araña teje su tela a costa de un largo trabajo y de numerosas idas y vueltas. Entreteje sus innumerables hilos, sin economizar su sustancia, pues saca el material de sus propias entrañas. Pero basta un escobazo para destruir esa obra de arte. El mismo insecto corre el riesgo de terminar brutalmente sus días bajo los pies de quien hace la limpieza.

¿No ocurre lo mismo con los humanos? Se agotan buscando riquezas o una situación mejor, más bienestar o reconocimiento de parte de sus semejantes, diversas clases de distracciones... Gastan su energía, su inteligencia y su salud tratando de lograr las metas terrenales que se proponen. ¡Y cuando creen haber acabado su obra, se dan cuenta de que se parece a una telaraña!

"Engrandecí mis obras" -escribió el rey Salomón-, "edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines... Fui engrandecido... Y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu." (Eclesiastés 2:4-11).

Aprendamos a medir lo que hacemos, no en la escala del tiempo que pasa, sino en la de la eternidad. Sin descuidar el trabajo, es necesario dar prioridad a la salvación del alma por la fe en Jesucristo.

"¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Marcos 8:36).

DIOS LES BENDIGA!






Sindy Cándido.

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Un día me encontraba en la fila de una tienda de provisiones detrás de un hombre que estaba pagando su compra. Cuando terminó, el empleado lo despidió diciendo alegremente: “¡Qué tenga muy buen día!”

Para sorpresa del empleado (y mía también), el hombre explotó en ira: “Éste es uno de los peores días de mi vida –gritó–. ¿Cómo voy a tener muy buen día?” Y con eso salió de la tienda estallando en cólera.

Comprendo la frustración de ese hombre; yo también he tenido días “malos” sobre los cuales no tengo control. ¿Cómo puedo tener muy buen día –me pregunto– cuando no tengo control sobre ello? Entonces recuerdo estas palabras: “Este es el día que el Señor ha hecho” (Salmo 118:24).

El Señor ha hecho todos los días, y mi Padre va a demostrar hoy su fuerza a mi favor. Él tiene control sobre todas las cosas en él, hasta las cosas difíciles que me van a pasar. Todos los acontecimientos han pasado por su sabiduría y amor, y son oportunidades que yo tengo de crecer en la fe. “Para siempre es su misericordia” (v.1). “El Señor está a mi favor; no temeré” (v.6).

Ahora, cuando la gente me despide deseándome muy buen día, contesto: “Yo no tengo control sobre eso, pero doy gracias por lo que sea que suceda, y me regocijo. . . pues este es el día que el Señor ha hecho.”

Salmo 118:24. "Este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él. "
DIOS LES BENDIGA!
Sindy Cándido.
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En un viaje que hice recientemente estaba sentada detrás de dos niños pequeños que no estaban nada contentos de estar en aquel avión. Sus llantos de queja llenaban la cabina.

Justo antes de despegar, una azafata se detuvo junto a ellos y les dijo con una gran sonrisa: "¿De qué se trata todo este quejido?" Luego de hacerle gracia al irritable niño de 3 años y a su hermanita por unos minutos, la azafata se inclinó y les susurró muy seriamente: "Debo recordarles que en este vuelo no se permiten las quejas."

Los pequeños se quedaron increíblemente callados. Eso hizo sentir mejor a todo el mundo. El viaje se hace muy largo cuando uno se tiene que sentar en la sección de quejas.

Estoy segura de que Dios quisiera recordarme cada mañana que Él desea que el día de hoy sea un vuelo donde no se permiten las quejas.

Filipenses 2:14 dice que hagamos todo "sin murmuraciones y contiendas". Aunque mi tendencia natural es quejarme, Dios desea otro abordamiento: uno que permita que su luz brille a través de mí y anime a los demás.

Filipenses 2:15 dice"para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento"

Si no nos quejásemos nunca, ¿cómo afectaría eso a nuestra familia y amigos? ¿Qué podemos decir de nuestra capacidad de compartir la Palabra de vida con otros?

Filp 2:16 "manteniendo en alto la palabra de vida. Así en el día de Cristo me sentiré satisfecho de no haber corrido ni trabajado en vano."no quejarnos? He ahí nuestra elección.....

Quejarnos o no quejarnos......

Filipenses 2:14.Haced todo sin murmuraciones y contiendas.

Bendiciones,



Sindy Cándido.
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Eleanor no sabía qué le pasaba a su abuela. Siempre se olvidaba de todo: Dónde había guardado el azúcar, cuándo vencían las cuentas, y a qué hora debía estar lista para que la llevaran de compras a la tienda.

-¿Qué le pasa a la abuela? -preguntó-.

Era una señora tan ordenada... Ahora parece triste, perdida, y no recuerda las cosas.

-La abuela está envejeciendo- contestó mamá. En estos momentos necesita mucho amor, querida.

-¿Qué quiere decir envejecer?- preguntó Eleanor-.

¿Todo el mundo se olvida de las cosas? ¿Me pasará a mí?

-No, Eleanor, no todo el mundo cuando envejece se olvida de las cosas. Creemos que la abuela tiene la enfermedad de Alzheimer y eso la hace más olvidadiza.

Tal vez tengamos que ponerla en un hogar especial donde puedan darle los cuidados que necesita.

-Oh, mamá, qué horrible! Va a extrañar mucho su casita, ¿no es cierto?

Tal vez, pero no hay otra solución. Estará bien atendida y allí encontrará nuevas amigas.

Eleanor parecía apesadumbrada. La idea no le gustaba en absoluto.

-¿Podremos ir a verla con frecuencia?- preguntó-.

La voy a extrañar, aunque se olvide de las cosas.

-Podremos ir los fines de semana -contestó mamá-. Y llevarle regalos.

-¿Un helado, por ejemplo? A la abuela le gusta el helado de fresas- sonrió Eleanor.

La primera vez que visitaron a la abuela en el hogar para ancianos, Eleanor estuvo a punto de llorar.

-Mamá, casi toda esta gente está en silla de ruedas- observó.

-La necesitan; de lo contrario se caerían- explicó mamá-.

Ahora, cuando veas a la abuela, sonríe y dile que se la ve muy bien.

La abuela estaba sentada, muy sola, en un rincón de lo que llamaban la sala del sol.

Tenía la mirada perdida entre los árboles de afuera.

Eleanor abrazó a la abuela.

-Mira- le dijo-, te trajimos un regalo: helado de fresas, el que más te gusta.

La abuela tomó el vaso de papel y la cucharita y empezó a comer sin decir palabra.

-Estoy segura de que lo está disfrutando, querida- le aseguró la madre.

Pero parece no conocernos- dijo Eleanor, desilusionada.

-Tienes que darle tiempo -explicó mamá.

Está en un nuevo ambiente y debe adaptarse.

Pero la próxima vez que visitaron a la abuela sucedió lo mismo. 

Comió el helado y sonrió a ambas, pero no dijo palabra.

-Abuela, ¿sabes quién soy? -preguntó Eleanor.

-Eres la chica que me trae helado- dijo la abuela.

-Sí, pero también soy Eleanor, tu nieta.

¿No te acuerdas de mí? -preguntó, rodeando con sus brazos a la anciana.

La abuela sonrió levemente. -¿Si recuerdo?

Claro que recuerdo. Eres la niña que me trae helado.

De pronto, Eleanor se dio cuenta de que la abuela nunca la recordaría.

Estaba viviendo en su propio mundo, rodeada de recuerdos difusos y de soledad.

-¡Siento mucho amor por ti, abuela! exclamó-.

En ese momento vio rodar una lágrima por la mejilla de su abuela.

-Amor -dijo-. Recuerdo el amor.

-¿Ves, querida? Eso es todo lo que desea -intervino mamá-. Amor.

-Entonces le traeré helado todos los fines de semana y la abrazaré aunque no me recuerde- resolvió Eleanor.

Después de todo, recordar el amor era mucho más importante que recordar un nombre.

Marion Schoeberlein

Esta historia fue compartida por Ernesto Pinto.
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